
Deborah Nofret
Una ética de la fractura
Manos masculinas entrelazadas, suspendidas sobre fondo negro.
No hay rostro ni historia: solo el gesto, el lugar donde comienza o se detiene la violencia.
Las grietas que recorren la piel no buscan embellecer el daño.
Lo muestran, sin disculpas: son la huella visible de la fractura.
De esas fisuras brotan flores —no como adorno, sino como presencia viva de todas las mujeres que sobrevivieron,
de todas las vidas que se negaron a desaparecer dentro de la herida—.
La imagen convierte al cuerpo del agresor en soporte involuntario de memoria.
La flor no absuelve: obliga a recordar.
El fondo negro aísla el acto y lo vuelve universal;
ya no se trata de un individuo, sino de una responsabilidad compartida.
La Grieta
no promete perdón ni consuelo.
Expone la tensión entre el daño y la reparación, entre la destrucción y el renacimiento.
Su belleza es ética: radica en reconocer la herida y en decidir qué hacer después.
Desde la oscuridad de esas manos,
lo que brota no es ornamento,
sino prueba de que la vida —aun después del dolor—
insiste en florecer.
—
Simonet, 2025
(heterónimo curatorial de Deborah Nofret)
Manos masculinas entrelazadas, suspendidas sobre fondo negro.
No hay rostro ni historia: solo el gesto, el lugar donde comienza o se detiene la violencia.
Las grietas que recorren la piel no buscan embellecer el daño.
Lo muestran, sin disculpas: son la huella visible de la fractura.
De esas fisuras brotan flores —no como adorno, sino como presencia viva de todas las mujeres que sobrevivieron,
de todas las vidas que se negaron a desaparecer dentro de la herida—.
La imagen convierte al cuerpo del agresor en soporte involuntario de memoria.
La flor no absuelve: obliga a recordar.
El fondo negro aísla el acto y lo vuelve universal;
ya no se trata de un individuo, sino de una responsabilidad compartida.
La Grieta
no promete perdón ni consuelo.
Expone la tensión entre el daño y la reparación, entre la destrucción y el renacimiento.
Su belleza es ética: radica en reconocer la herida y en decidir qué hacer después.
Desde la oscuridad de esas manos,
lo que brota no es ornamento,
sino prueba de que la vida —aun después del dolor—
insiste en florecer.
—
Simonet, 2025
(heterónimo curatorial de Deborah Nofret)
Uma ética da fratura
Mãos masculinas entrelaçadas, penduradas sobre fundo preto.
Não há rosto ou história: apenas o gesto, o lugar onde começa ou se detém, a violência.
As gretas que percorrem a pele não procuram embelezar o dano.
Mostram-no, sem desculpas: são a marca visível da fratura.
Dessas flores brotam florescências - não como adorno, mas como presença viva de todas as mulheres que sobreviveram,
de todas as vidas que se recusaram a desaparecer dentro da ferida.
A imagem transforma o corpo do agressor em suporte involuntário de memória.
A flor não absolve: força a lembrar.
O fundo preto isola o ato e torna-o universal;
Já não se trata de um indivíduo, mas de uma responsabilidade compartilhada.
A Greta
não promete perdão ou consolo.
Expõe a tensão entre dano e reparação, entre destruição e renascimento.
A sua beleza é ética: está em reconhecer a ferida e decidir o que fazer depois.
Do escuro dessas mãos,
o que brota não é ornamento,
antes prova de que a vida, mesmo depois da dor
insiste em florescer.