Anxo Pastor
… 23 de marzo de 19…
Estos aparejos retorcidos o lustrosos,
estos botones, estas llaves, estas palancas, estos complicados sistemas,
racimos, haces, marañas de elementos de acero, de vidrio y vaya uno a saber de
qué otra cosa; estos cuadros estas transmisiones estas distribuciones estas
señales luminosas estos indicadores estos cuadrantes; estas articulaciones, estos
ensambles y junturas; en una palabra, toda esta maquinaria infernal brilla
cruel frente a mí, reconocible en sus más diminutas piezas por la luz blanca,
espectral, que aún despierta pequeñas y vagas sombras azulinas, parecidas a las
breves sombras de mediodía estival que, con un engaño similar, hablan de
reposo, de esperanza, en aquel otro mundo tanto más vasto e igualmente
estrecho… Oigo el habitual, ininterrumpido zumbido agudo, sibilante, que sólo
por momentos sale del tono fino para superar el poder de percepción de mi oído
y para perderse en una inaprensible, muda vibración sonora.
La Tierra está debajo de mí siempre más
o menos en la misma actitud, con la misma mueca quiero decir, delineada en su
rostro por el continente en el que nací, Europa; mueca del paso de las nubes,
incesantemente velada y develada, en ocasiones alterada, contraída, pero en
sustancia la misma, así como es constante la expresión general de un rostro
humano presa de sus emociones. ¡Oh!, ¿no podría al menos estar condenado a contemplar
una parte de esa Tierra que fuera desconocida para mí, y menos odiada?
Sobre mí, la Luna, la romántica Luna…
que nunca inspiró tanto horror con su cara absorbente, hipnótica, blanca y
negra, con sus desaforados remolinos de piedra calcinada.
El cadáver del muerto me persigue
implacable.
Y bien, ahora que todo aquello que podía
suceder ha sucedido de golpe, siento la necesidad de contar esta historia, de
contarla desde el principio. ¿A quién, y por qué? ¿Para justificarme quizás? ¿Y
de qué? ¿A quién, digo, debería enviar este mensaje? E incluso en el supuesto
caso de que llegara a los hombres, ¿qué utilidad podrían obtener de él?
No lo sé, no me importa saberlo. Tal vez
porque deberé fingir que tengo un lector estaré menos solo, y con eso basta.
Tal vez estaré más solo, y será mejor aún: eso acelerará el inevitable fin,
esto me dará el coraje de…
Tommaso Landolfi
Anxo Pastor